En varias ocasiones os hemos oído decir: Mi hij@ se transforma en otr@, no le reconocemos. ¿Las temidas rabietas? cómo no íbamos a escribir sobre ellas. ¡Esperamos que os guste!.
Lo primero que queremos deciros es que aunque la actitud de los padres es muy importante, en ningún caso los padres somos los “culpables” de los problemas de conducta o ansiedad en nuestros hij@s. Todo lo que vamos a contaros, sabemos que es difícil de poner en práctica, no os juzgamos, al revés, queremos ayudaros.
¿Qué factores están asociados con las dificultades de comportamiento en la infancia?
Los niñ@s pequeñ@s son más sensibles a los cambios ambientales, tanto positivos como negativos. Por ello, la etapa preescolar es un periodo de riesgo, pero también una oportunidad para que se pueda mejorar si se instauran cambios ambientales protectores en el entorno.
El tipo de educación es especialmente importante en niñ@s vulnerables. No son recomendables los estilos excesivamente autoritarios, ni los sobreprotectores, en el centro está la virtud.
El más recomendable es el estilo de educación asertivo, caracterizado por la presencia de rutinas, normas y límites, pero impartidas con cariño, reforzando el comportamiento positivo, facilitando la comunicación e identificando las conductas inadecuadas.
Aplicar límites no significa que no queramos a nuestr@s hij@s, sino que además de hacerlo, nos preocupamos y mostramos que existen unos límites para ayudarle y ser más feliz.

Necesidades entre el año y los cinco años:
- Que sean aceptadas las manifestaciones de su independencia.
- Que les toleremos las regresiones (comportarse como un niño más pequeño). Es frecuente al nacer un herman@, al entrar en la guardería.
- Que se entienda su egocentrismo como necesidad de autodeterminación, no como egoísmo.
- Comprender la ansiedad que sufren por la separación de los padres.
- Que se comprenda el valor del juego. Jugar es una función vital para el niñ@.
- Valorar el lenguaje como medio primordial de diálogo, por más que presenten dificultades en expresarse.
¿Qué son las rabietas?
Son conductas de descontrol en la infancia en las que hay llanto, gritos, pataletas, desencadenadas por un acontecimiento sentido como adverso.
Son muy frecuentes en la infancia, especialmente entre los 2 y los 4 años, y corresponden a una manifestación del malestar que sienten, al no conseguir lo que desean. Suelen desaparecer con el desarrollo, a medida que van aprendiendo a canalizar la frustración de forma más adaptada y adecuada.

¿Por qué se producen?
Hacia los 2 años empiezan a ser conscientes de su identidad y autonomía y buscan su independencia. Debemos tener en cuenta que a esa edad su lenguaje verbal aún es insuficiente para expresar lo que sienten cuando se frustran. Cuando una petición suya choca con los límites marcados por los adultos, surge el conflicto.
En estas edades sienten que el mundo está centrado en ell@s y cuando juegan, todo les pertenece, aún carecen de visión realista del mundo. Les cuesta aceptar las normas y reglas, y tratan de imponerse a los demás.
Entre los factores que favorecen la aparición de rabietas están: el hambre, la sed, el cansancio, el sueño o el aburrimiento. Además, el haber conseguido lo que querían anteriormente mediante este comportamiento, aumenta la probabilidad de que se repita.

¿Qué hacer?
Una actitud tranquila por parte de todos los adultos responsables es lo más importante. Debe estar claro que con la rabieta no va a conseguir ganar la atención, lo que obtiene es indiferencia, lo que sirve para extinguirla.
Hay que intentar comprender los motivos de las rabietas, ya que al final es una forma de comunicación. Pero no debemos acceder a un deseo que el niño exprese a través de este tipo de comportamiento. Acceder sería aceptarlo, lo que no sería adecuado.
Algunas recomendaciones que os pueden ayudar durante la rabieta:
- Expresar bien claro y con tranquilidad que no se le atenderá hasta que se comporte de otro modo. Mantenerse firme, no regañar ni gritar. Hay que tener una gran fortaleza, serenidad y paciencia.
- Aunque consideremos que nuestra conducta, como adultos, pueda haber sido injusta, debemos esperar a que se le haya finalizado la rabieta para acceder a aquello que solicite o le corresponda.
- Se le debe intentar distraer con otras actividades.
- Evitar entrar en negociaciones. La rotundidad y las pocas palabras son lo mejor.
- No culpabilizar ni insultar, tratar siempre con cariño.
- Cuando la rabieta es intensa, puede ser útil un aislamiento temporal: puedes llevarle a una habitación tranquila, donde no reciba estímulos, para que se calme.
- Asegurarse de que no se pueda hacer daño con nada, alejándose del público si es preciso.
- El entrenamiento en técnicas de relajación adaptadas puede resultar efectivo en aquellos que hayan adquirido la capacidad suficiente para colaborar.
- Cuando el enfado haya terminado, tendremos que hablar con él, sin gritarle ni castigarle, explicándole que esas conductas no son aceptables.
Para manejar las rabietas, es crucial que los padres estén de acuerdo en lo que esperan de sus hijo@s y se lo muestren de forma clara. Hay que responder siempre según los límites marcados por los adultos (es lo que se llama “consistencia” en los límites), que se contradigan los padres es confuso para el niñ@.
Como veis, las rabietas son mucho más frecuentes de lo que imaginamos, y aunque sea complicado enfrentarse a ellas, no estáis solos. Apoyaros en el pediatra que es quien os conoce mejor como familia.