Hoy queremos hablarte de sobrepeso y obesidad en niños y adolescentes. Todos los pediatras tratamos a diario con niños y familias con este problema, y todos, profesionales y pacientes, nos hemos sentido frustrados alguna vez. Y es que es un tema más complicado de lo que parece. Con este post pretendemos que entiendas mejor qué es la obesidad, por qué es importante y qué podemos hacer para prevenirla o tratarla desde la infancia.

Llamamos “obesidad” a la acumulación excesiva de tejido adiposo (grasa) en el cuerpo que conlleva un aumento del riesgo, presente y futuro, de padecer enfermedades asociadas y de mortalidad precoz. Es importante que entiendas que es ya una enfermedad en la infancia, no sólo un factor de riesgo para la edad adulta.

¿Y cómo se mide la grasa corporal?

Existen técnicas y aparatos que permiten cuantificarla, sin embargo, de momento son caros y poco accesibles, por lo que en la práctica utilizamos el IMC (Índice de Masa Corporal). Este, nos da una estimación indirecta del contenido graso corporal. Relaciona el peso de una persona para su talla. Se calcula así: peso/talla2. El peso se pone en kilos y la talla en metros. Es la medida aceptada para sobrepeso y obesidad en niños a partir de los 2 años. Hay que saber que tiene sus limitaciones, como que no tiene en cuenta el grado de desarrollo de masa muscular ni la distribución de la grasa.  En los niños y adolescentes, no se tiene en cuenta el valor absoluto del IMC como en adultos, sino que hay que compararlo con valores de referencia para su edad y sexo. Hoy en día no existe consenso internacional sobre qué puntos de corte utilizar para definir sobrepeso y obesidad en la infancia y adolescencia. Podemos quedarnos con los establecidos por la Guía de Práctica Clínica para la Prevención y Tratamiento de la Obesidad Infanto-juvenil:

Ahora que sabemos a qué llamamos sobrepeso y obesidad, vamos a ver cómo llegamos a esta situación. De forma muy sencilla, podríamos resumirlo en tres aspectos: un aumento del aporte de energía (dietas con un exceso de calorías), una disminución del gasto energético (poca actividad física) y cierta predisposición genética (con múltiples genes implicados). Es cierto que hay individuos que “lo tienen más fácil” para ganar peso y viceversa, seguro que se te ocurren ejemplos, pero sin duda juega un papel decisivo la alimentación y la actividad física. Además, cada vez hay más evidencia del papel de lo que se conoce como «programación metabólica temprana» en el desarrollo de obesidad. Esto quiere decir, que diferentes factores ambientales como la nutrición o el peso de la madre durante periodos críticos del desarrollo, como por ejemplo el embarazo, pueden tener consecuencias en la predisposición de esa persona a desarrollar obesidad u otras enfermedades. Precisamente la infancia temprana es un periodo crítico, por eso es de suma importancia atajar el problema cuanto antes. Lo que hagas hoy, va a influir en su futuro.

El exceso de calorías y la falta de actividad física son los principales responsables de la obesidad en niños y adolescentes

Cuando tratamos con las familias a veces nos da la sensación de que muchas no entienden el verdadero alcance del problema o incluso creen que su hijo no llega a tener “obesidad”, suena demasiado “fuerte”. Pues bien, el exceso de grasa corporal, ya desde pequeños, tiene consecuencias sobre todos nuestros órganos y sistemas. Algunas se pueden presentar desde la infancia y otras más adelante. Una de las complicaciones más frecuentes y que antes vemos en los niños obesos es la llamada «resistencia a la insulina». Explicado de forma sencilla, sería como decir que nuestro cuerpo cada vez necesita más de esta hormona, la insulina, para conseguir que la glucosa de la sangre pueda entrar en las células, que es donde ejerce sus funciones. El páncreas, el órgano donde se fabrica la insulina, está por tanto trabajando de más y puede llegar a «agotarse» dando lugar a otras alteraciones y en último término, a una diabetes. Aunque no lo veamos, se sabe que la formación de placas de ateroma (placas inflamatorias) en las arterias comienza ya desde la infancia, por tanto, los niños obesos presentan ya un riesgo aumentado de enfermedad cardiovascular.

Algunas consecuencias más «físicas» de la obesidad se hacen notar ya desde pequeños. Estos niños tienen más problemas respiratorios, como asma o mayor predisposición a padecer infecciones respiratorias. Tienen menos «aguante» en el ejercicio, debido a su menor capacidad cardiopulmonar. Son también más propensos a sufrir alteraciones músculo-esqueléticas, como dolores en las articulaciones, deformidades de la columna vertebral, problemas de cadera…

Especialmente importante nos parece la repercusión que puede tener el sobrepeso y obesidad sobre las emociones en los niños, en un momento en el que se está forjando su personalidad: rechazo de la imagen corporal, baja autoestima, problemas para relacionarse, ansiedad, estrés, depresión… (esto nos daría para otra entrada).

¿Qué podemos hacer para prevenir la obesidad o para ponerle solución?

La buena noticia es que en la infancia todo (o casi todo) es reversible, pero mejor cuanto antes empecemos. Y aquí, sois los padres o cuidadores los que tenéis un papel fundamental. Aunque, por supuesto, hay que implicar también al niño o adolescente, siempre adaptándonos a su edad y capacidades. De forma sencilla, nos basaremos en tres pilares: mejorar la alimentación, aumentar la actividad física y modificar aquellas conductas inadecuadas. Si crees que tu hijo tiene sobrepeso u obesidad, por supuesto deberías consultarlo con tu pediatra para que inicie un seguimiento si es oportuno, pero hay cosas que puedes empezar a mejorar desde ya. Aquí van algunos consejos prácticos:

  1. Empieza por el carrito de la compra: No compres aquello que no quieres que coma. No sirve la excusa de “es que, a su hermano, que está delgado, le gustan mucho las galletas”. A su hermano tampoco le aporta nada comer galletas.
  2. Enséñales hábitos que puedan mantener toda su vida. No se trata de “estar a dieta” sino de aprender a comer bien y a disfrutar. Planifica el menú de la semana, implica a tus hijos. Cocina con ellos de vez en cuando.
  3. El Nutriplato: imagínate un plato dividido en tres partes. La mitad, verduras, hortalizas y/o frutas, una cuarta parte, cereales integrales o tubérculos y la restante, proteínas (legumbres, carnes, pescados, huevos o frutos secos). Así deberían ser la mayoría de tus menús, adaptando las cantidades a la edad del niño.
  4. Para beber, agua. Evita al máximo zumos (incluso los naturales), refrescos y demás bebidas azucaradas.
  5. Enséñales a ser ordenados para comer. Evita los picoteos entre horas.
  6. Enséñales a comer despacio, masticando, saboreando la comida. A veces cuesta, pero todo se aprende.
  7. Foméntales el ejercicio, o, al menos, intenta que se muevan más en el día a día. Busca alguna actividad que les guste.
  8. Limita y pacta con ellos de antemano el tiempo de “ocio sedentario” (móvil, ordenador, TV…). Ya pasan suficientes horas sentados en el cole y haciendo deberes.

Todo esto puede parecer complicado y “abrumador” al principio. Simplemente empieza hoy a incorporar en vuestra rutina alguno de estos hábitos, no hace falta que sean todos a la vez. Recuerda que los niños aprenden e imitan lo que hacemos en casa ¡Vale la pena el esfuerzo!

#posdatatupediatra

Bibliografía