A pesar de ser un tema muy recurrente y sobre el que se ha discutido y escrito mucho, la alimentación complementaria sigue suscitando un sinfín de dudas. Y es que las recomendaciones han cambiado mucho a lo largo de los años, incluso pueden ser muy distintas según qué profesional nos las de.
Con este post pretendemos aclarar ideas y hacer un resumen de la evidencia más actual sobre el tema. Así, cuando os toque empezar o si ya estáis en ello, lo tendréis a mano para consultarlo siempre que lo necesitéis.
La alimentación complementaria es todo aquel alimento que se le ofrece al niño distinto de la leche materna o de fórmula. Queremos hacer hincapié en el adjetivo “complementaria”, con todo lo que implican estas 14 letras: el alimento principal y esencial hasta el año de vida seguirá siendo la leche, ya sea materna o de fórmula. Será su principal fuente energética y la que aporte la mayoría de nutrientes que el bebé necesita. Con esto queremos decir que no se nos agobie el personal con las cantidades. No se trata de que se meriende un bol de fruta el primer día, lo importante es que vaya acostumbrando el paladar a diferentes sabores, texturas…que vaya probando. De forma progresiva y según las necesidades y ritmo de cada niño, iremos aumentando la cantidad y variedad de alimentos ofrecidos.
¿Cuándo?
En el caso de niños alimentados con lactancia materna exclusiva, la recomendación es clara: mantener la lactancia materna en exclusiva hasta los 6 meses y después ir poco a poco introduciendo los diferentes alimentos, manteniendo la lactancia materna a demanda el tiempo que madre e hijo quieran.
En niños que toman fórmula no hay consenso claro. Se recomienda empezar entre los 4 y los 6 meses, nunca antes de las 17 semanas de vida ni más tarde de las 26.
En cualquier caso, es fundamental prestar siempre atención a las señales que nos indican que el niño está preparado para empezar:
- Debe mostrar interés por la comida.
- Debe ser capaz de mantenerse sentado con apoyo.
- Debe tener coordinación ojo-mano-boca, lo que le permitirá mirar los alimentos, cogerlos y llevárselos a la boca.
- Debe haber desaparecido el reflejo de extrusión. Se trata de un reflejo protector de la vía aérea por el cual, los bebés de pocos meses, expulsan con la lengua cualquier elemento sólido que se les trate de introducir en la boca.
¿Y por qué esperar hasta al menos los 4 meses?
No es capricho de los pediatras. Para poder procesar adecuadamente alimentos distintos a la leche, se requiere un cierto grado de madurez a nivel neurológico, gastrointestinal y renal. Hay evidencia de que el inicio precoz de la alimentación complementaria conlleva importantes problemas, como mayor riesgo de alergia y atragantamiento y un aumento de la frecuencia de gastroenteritis agudas e infecciones del tracto respiratorio superior. Además, el hecho de comenzar antes, a menudo implica la sustitución de tomas de leche por otros alimentos menos nutritivos. A largo plazo, aumenta el riesgo de padecer enfermedades tan frecuentes y graves como la obesidad o la diabetes mellitus tipo 1.
¿Por qué no más allá de las 26 semanas?
El motivo principal, es que a partir de este momento, la leche no es suficiente para cubrir todos los requerimientos del niño y es más frecuente que se presenten déficits nutricionales, principalmente de hierro y zinc. Además, el hecho de retrasar la introducción de alimentos podría aumentar el riesgo de padecer alergias o intolerancias alimentarias así como una peor aceptación de las diferentes texturas.
Vamos al lío…¿Cómo empezamos?
Tranquilidad, es más sencillo de lo que parece. Sólo debemos tener en cuenta cuatro reglas básicas e ir poco a poco:
- Es importante introducir los alimentos uno por uno, dejando entre ellos un intervalo de 2-5 días. De esta forma, si alguno le sienta mal o le da alergia, sabrás identificarlo. Qué alimentos dar y cuándo dependerá principalmente de las costumbres de cada familia. Se tiende cada vez más a no dar normas ni plazos rígidos, ya que se ha visto que retrasar la introducción de los alimentos potencialmente alergénicos más allá de los 4 meses NO previene el desarrollo de alergias ni intolerancias. Esto es válido para todos los niños, también para aquellos con antecedentes familiares de alergia alimentaria o atopia.
- Es bueno incorporar cuánto antes alimentos ricos en hierro. Hacia los 6 meses, las reservas de hierro del organismo se han consumido en su mayoría y las necesidades aumentan rápidamente, siendo especialmente elevadas en esta etapa. Esto es particularmente importante en niños alimentados con lactancia materna exclusiva, que no toman fórmulas suplementadas con hierro.
- Es fundamental que el niño se acostumbre desde el principio a diferentes texturas, no sólo a líquidos y triturados. Es bueno ir ofreciéndole alimentos en distintos formatos, cada vez de mayor consistencia, siempre evitando aquellos con riesgo de atragantamiento. Se ha visto que los niños en los que se introducen las texturas grumosas o sólidas más allá de los 8-9 meses, tienden a aceptarlas peor y presentan con mayor frecuencia problemas de alimentación y bajo consumo de frutas y verduras.
- Por último, y no menos importante, hay que tener claro qué alimentos NO debemos dar antes del primer año, los detallaremos más adelante.
Frutas, verduras y hortalizas:
Puedes empezar por las que quieras, buscando la variedad. Se pueden ofrecer en papilla, chafadas, en trozos…puedes ir variando. Los zumos, aunque sean naturales, es mejor evitarlos, ya que se elimina la mayor parte de la fibra y los azúcares naturalmente presentes en la fruta entera se transforman en azúcares libres.
Durante el primer año deberás evitar las verduras de hoja verde, como acelgas, espinacas, borrajas y remolacha, por su alto contenido en nitratos que puede producir metahemoglobinemia. De 1 a 3 años, se puede ofrecer como mucho una ración diaria.

Legumbres:
Se pueden introducir también desde aproximadamente los 6 meses, a gusto del consumidor. Son una excelente fuente de proteínas y de minerales como el hierro y el zinc. Puedes ofrecerlas en puré, solas o mezcladas con otros alimentos que ya haya probado, o también bien cocidas, más o menos chafadas en función de las capacidades del niño.
Cereales:
Puedes empezar a introducirlos también desde el sexto mes, tanto sin gluten como con gluten y para ello tienes múltiples opciones. Una buena alternativa pueden ser los cereales en polvo para lactantes. ¡¿Cómooo?! Sí, has leído bien. Sabemos que esta afirmación os va a chirriar a más de uno, pero es que la composición de algunos de estos cereales ha mejorado notablemente en los últimos años. Los hay integrales, sin azúcares añadidos y además fortificados con hierro, lo que les convierte en una alternativa sencilla para cubrir los elevados requerimientos que presenta el bebé en esta etapa. Los puedes mezclar con leche que te hayas extraído o con fórmula (si no toma leche materna). Otra opción es añadirlos a la papilla de frutas o al puré.
Por supuesto hay muchas otras opciones igualmente válidas: gachas de avena, arroz hervido, pan, tortas de maíz, pasta…eso sí, siempre mejor integral. Lo más recomendable es ir variando, así se acostumbrará a distintas presentaciones y texturas.
¿Qué pasa con el gluten?
La eterna pregunta…A día de hoy se desconoce cuál es la pauta idónea para disminuir el riesgo de enfermedad celíaca. La recomendación actual es introducirlo entre los 4 y los 12 meses y evitar dar grandes cantidades, aunque la cantidad óptima que se puede introducir en niños no ha sido establecida. A diferencia de lo que se pensaba antes, no se ha demostrado que el hecho de mantener la lactancia materna durante su introducción tenga un efecto protector.
Carne:
Es una buena fuente de proteínas y de hierro, el cual, como venimos insistiendo desde el principio, es un micronutriente fundamental a partir de los 6 meses. Puedes ofrecer carne de pollo, pavo, ternera…procurando que sean carnes magras y evitando las procesadas (embutidos, salchichas…).
Pescado y marisco:
Otra buena fuente de proteínas de alto valor biológico, además de minerales como yodo, calcio o selenio, vitaminas y ácidos grasos omega-3. Ofreceremos tanto pescado blanco como azul, tratando de que sea variado. Aquí es importante hacer una salvedad: de acuerdo con las últimas recomendaciones de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) las mujeres embarazadas (o planificando estarlo), madres lactantes y niños menores de 10 años deben evitar el consumo de especies con elevado contenido en mercurio: pez espada o emperador, atún rojo (especie Thunnus thynnus), tiburón (cazón, marrajo, mielgas, pintarroja y tintorera) y Lucio. Los niños de 10 a 14 años deberían limitar su consumo a un máximo de 120 g al mes.
No hay problema por ofrecer marisco desde los 6 meses, aunque por su textura, la opción más segura sería ofrecerlo en forma de puré. Especialmente los niños, pero también los adultos, deben evitar tomar la carne oscura localizada en la cabeza de los crustáceos, por su elevado contenido en cadmio.
Huevo:
Otra excelente fuente proteica y de hierro, así como de vitaminas como la B12. Hace unos años se recomendaba retrasar su introducción hasta los 9-11 meses e introducir por separado la yema y la clara. Actualmente se ha visto que no hay justificación para ello. El huevo, al igual que otros alimentos potencialmente alergénicos, se puede introducir entero y en cualquier momento desde los 6 meses.
Proteínas de origen animal:
A estas alturas, sabemos que el consumir un exceso de proteína animal en la infancia aumenta el riesgo de padecer obesidad más adelante. La recomendación actual en menores de 1 año es no ofrecer más de 20-30 g/día de carne, 30-40 g/día de pescado o bien una unidad pequeña/día de huevo. A partir del año, se puede tomar un máximo de 40-50 g/día de carne, 60-70 g/día de pescado o una unidad mediana-grande de huevo/día.
Como véis, para las proteínas de origen vegetal no hay un límite establecido, aunque siempre intentaremos ofrecer alimentos variados de los distintos grupos a lo largo del día.
Qué alimentos evitar en menores de 1 año:
- La sal: No hay que añadir sal a las comidas, por muy insípidas que te parezcan. La leche materna o de fórmula ya contiene toda la necesaria. La cantidad recomendada en menores de 1 año es menos de 1 g/día o un máximo de 2 g/día de 1 a 3 años.
- El azúcar: De igual modo, nunca debes añadir azúcar a sus comidas y evitar todo aquello que contenga azúcares libres (aquellos no naturalmente presentes en los alimentos) como bollería, galletas, lácteos y bebidas azucaradas, siropes…En menores de 2 años la cantidad recomendada de azúcar libre es cero. Esto lo explicamos muy bien en nuestro post «¿Adictos al azúcar?».
- La miel: Además de ser una fuente de azúcar libre, no debe ofrecerse en menores de 1 año por riesgo de botulismo.
- Las verduras de hoja verde (acelgas, espinacas, borrajas y remolacha): Por su elevado contenido en nitratos, como hemos detallado previamente.
- La leche de vaca y sus derivados: Nunca debe ofrecerse como bebida principal en menores de 1 año, ya que si lo hiciéramos, estaríamos aportando un exceso de energía, proteínas y grasas e interfiriendo con la absorción de hierro. Se puede emplear de forma esporádica y en pequeña cantidad para cocinar alguna receta. Desde aproximadamente los 9 meses, podemos ofrecer alguna cucharadita de yogur (natural y sin azúcar) o un poco de queso fresco.
- Los alimentos con riesgo de atragantamiento: frutos secos enteros, aceitunas, uvas enteras…Estos debemos evitarlos hasta los 4-5 años. No habría problema en ofrecerlos triturados.
- Las bebidas y tortitas de arroz: Por su contenido en arsénico y su forma de ser procesadas pueden resultar potencialmente tóxicas. Por ello se recomienda que se evite el consumo en menores de 6 años. Por el mismo motivo, no se recomienda que los niños consuman arroz o productos derivados más de 4 veces/semana.
- La carne de caza silvestre: Debe evitarse en menores de 7 años por su contenido en plomo.
- Los “alimentos” superfluos: Estos nunca deberían ofrecerse en menores de un año y en niños mayores se debería reducir al máximo su consumo. Algunos ejemplos que todos conocemos: embutidos, snacks salados, bollería, caramelos, refrescos, infusiones…
Ya acabamos…Sólo unas últimas recomendaciones:
- Los padres deciden la variedad, el niño la cantidad: Ofrece alimentos sanos y variados y respeta sus señales de saciedad, no le fuerces a comer. Recuerda, es alimentación COMPLEMENTARIA.
- Nunca le premies o le castigues con la comida. No le ofrezcas comida como consuelo. La infancia es una etapa clave en la que los niños aprenden a regular su sensación de apetito y saciedad. Este tipo de conductas puede contribuir a desarrollar una mala relación con la comida y a un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad.
- Ten paciencia. Es normal que al principio rechace las nuevas texturas y sabores, a veces tendrás que ofrecerle un alimento hasta 10-15 veces para lograr que lo acepte, es normal.
- Disfruta del proceso y sé un buen ejemplo. Tu hijo no volverá a tener 6 meses y a probar el brócoli por primera vez…En la medida de lo posible, haz que comparta la mesa con el resto de la familia, que vea lo que coméis, cómo lo hacéis… a poder ser sin distracciones como la tele o teléfonos móviles.

#posdatatupediatra
Como que el huevo entero a partir de los 6 meses? No es mejor poco a poco? Debería haber un manual para todos los pediatras porque cada uno dice una cosa y a los padres nos volvéis locos
Las recomendaciones actuales, basadas en los últimos estudios, dicen que se puede introducir prácticamente cualquier alimento desde los 6 meses, también el huevo. No hay ninguna justificación para ofrecer primero la yema y luego la clara. Antes se pensaba que era mejor así puesto que la clara,que es la parte más rica en proteínas, es potencialmente más alergénica. Pero se ha visto que el hecho de retrasar su introducción o de darla por separado, no previene el desarrollo de alergia.